domingo, 9 de junio de 2019

Donde Mónica


Lo ví hace tiempo de pasada en la Calle Padilla, 3, Madrid y no me resistí a reservar una mesa una vez que ya ha entrado el buen tiempo y... ¡qué acierto!
Donde Mónica es un restaurante con personalidad propia que te aísla del estilo metropolitano de la ciudad de Madrid para  sumergirte en su confort natural y fresco.

Entrada
Fuimos un sábado a las 2pm a comer y aunque desde la calle se ve un local pequeñito, por dentro es muy grande, lleno de hojas y plantas con una bicicleta que llama mucho la atención, se nota la buena inversión en marketing que no busca vender, sino "conquistar" y desde luego, con nosotros lo consiguió por completo.

Copa personalizada
Nos ubicaron en la sala de abajo, cuyas paredes están decoradas con papel de diferentes motivos tipo tropical, una distancia entre mesa y mesa muy agradable para dar lugar a la intimidad a pesar de que el restaurante se llenó por completo.

Flores de alcachofa
Las servilletas, botellas de agua, copas, etc. están personalizadas por el propio restaurante, lo que le da un toque personal único y cercano. Tienen "cajas" perfectamente ubicadas por las paredes, las lámparas están hechas con cestas y cuanto más te fijas en los detalles más te das cuenta de lo creativo que es el lugar, sin dejar de lado la elegancia.

Ensalada
El servicio nos trató de manera excepcional desde el minuto uno que entramos por la puerta, tanto la chica de la entrada que nos llevó hasta la mesa, como todos los camareros que además de ser profesionales, tenían un muy buen sentido del humor y estaban atentos a los tiempos de las comidas. Un equipo joven bien preparado que se nota que trabaja contento, y eso, también se transmite al comensal.

Degustación mini hamburguesas
Vamos con la comida, la carta es muy variada, comida mediterránea entre la que puedes encontrar platos que se adecúan a los gustos de todos, pequeños o mayores. Nosotros pedimos para compartir unas flores de alcachofas con jamón que estaban riquísimas, el jamón estaba crujiente y la alcachofa en su punto, servido sobre un plato de pizarra con mucho estilo.

Solomillo
De segundo pedimos una ensalada cuya salsa nos volvió locos, además la sirven con pan de pita por encima y por abajo, contiene trozos de pollo y aguacate con abundancia (ya sabéis, muchas veces en las ensaladas la "chicha" suele escasear).

Mi padre pidió una degustación de mini hamburguesas, la carne estaba poco hecha pero compacta sin perder la sabrosura, en concreto una de queso de cabra nos encantó, además venía servida sobre una tabla de madera que le daba el toque "rústico".

Solomillo por dentro
Yo, como buena fiel amante de la carne que soy, me pedí solomillo poco hecho y... ¡Menudo solomillo! Como veis en la foto, la carne estaba perfecta, al punto de sal y cuando lo comías se deshacía en la boca, además venía servido con una salsa un pelín picante (sin llegar a ser basta), a mi no me gusta el picante, no obstante esta si que me gustó mucho (no dejé ni una sola gota).

Tarta de oreo
De postre como estábamos bastante llenos porque las raciones son considerables, pedimos una tarta de oreo para tres. Aquí es donde me sorprendieron por completo, me esperaba la "típica tarta negra y blanca" y nos trajeron una tarta que mezclaba el sabor del bizcocho casero "de la abuela" tradicional con el sabor de las galletas oreo, servido con frutos rojos, nueces y sirope... ¡Es-pec-ta-cu-lar!

Salimos del restaurante saciados y con una sensación muy muy agradable, lo más importante, ¡también con muchas ganas de volver!

Toda la comida con las bebidas (dos cervezas, un vino tinto, una botella de agua y un café), sumaron una cuenta de 80€, por lo que la relación calidad-SERVICIO-precio, nos pareció sublime.


Cuando un restaurante nace y trabaja contento, se nota, y en este caso; no tengo nada más que decir que: 
REPETIRÉ MUCHAS VECES.

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