lunes, 28 de mayo de 2018

La gran nube negra


Se trata de un sinsentido que ni siquiera tú mismo entiendes, algo que no eres capaz de controlar, que no sabes cuándo viene ni cuándo se va. Se trata de ti y de lo que te pasa y no eres dueño de ello.

Un segundo estás feliz y te sientes la persona más afortunada del mundo, vas sonriendo iluminando a quien pasa por tu lado y al otro segundo la tristeza te envuelve en su nube gris, te falta el aire y tienes miedo de estar solo, tiemblas y te bloqueas, necesitas sentarte porque sólo puedes llorar y necesitas toda tu concentración para respirar.

Intentas por todos tus medios evitar esa nube gris que aparece sin previo aviso, sin consultarte, sin haberla llamado. Evitas momentos estresantes, te alejas de personas tóxicas, buscas todo aquello que te proporciona paz y sosiego y aun así, esa nube consigue encontrarte.

Puedes llevar meses sin verla, pensando en que no volverá a aparecer y de repente con la más mínima tontería, aparece llenando tu mundo de lluvia y relámpagos, impidiéndote salir de casa para ir a trabajar, impidiéndote hablar, impidiéndote de nuevo, respirar.

No controlas cuándo esa nube te rodea, ni cuándo se apodera de ti. La gente no entiende cómo incluso sin motivo, de repente tu expresión de la cara cambia, te ven con los ojos abiertos como platos, se te saltan las lágrimas y lloras, lloras descontroladamente, tienes miedo, tiemblas, tiras cosas contra la pared o cierras tus puños con toda tu fuerza, haces y dices cosas que no quieres hacer ni decir, pero claro, ellos no lo saben… Y lo único que te dicen es que estás exagerando.

¿Y qué sientes tú?

Tú en ese momento sientes que desapareces, no estás, no existes, de repente algo te controla como si fueras una simple marioneta, tu cabeza está ida, es como si estuvieras dormido pero viendo todo lo que pasa a tu alrededor, cuando cambia tu mirada es porque tú te has esfumado y en tu lugar hay algo que dirige tus acciones y pensamientos, tus reacciones y tus palabras. No controlas ese “auto piloto” esa nube que llevas dentro, porque tú te estás ahogando, de nuevo, no te deja respirar.

Y en un momento lúcido de tu mente y débil de esa nube controladora, apareces de nuevo, y esta vez las lágrimas no se derraman a través de tus mejillas cuando tienes los ojos abiertos. Esta vez lloras con los ojos cerrados y no por rabia o ira, sino por dolor… Te ves y eres consciente de que has perdido el control sobre ti mismo, que la persona que tienes enfrente no entiende por qué “has hecho tú” lo que acabas de hacer… Y tiemblas, pero esta vez por miedo de verdad, tratas de respirar… Inspiras profundo por la nariz… Expiras profundo por la boca, pero no entiendes nada, no sabes qué ha pasado, no era tu intención porque tú eres feliz, tú te sientes pleno con tu vida y no tienes miedo a lo que pueda suceder. Es esa maldita nube que invade tu cuerpo y tus pensamientos la que no quiere dejar que seas tú. Pero nadie la ve. Solamente tú ves la nube que tienes dentro, que aparece y desaparece a su son.

Y te vuelves a sentir triste y culpable, por no controlarla, por no haberla visto venir, por no destruirla. Esa nube que consigue incluso hacer que no puedas salir de la cama, y no porque no quieras, sino porque te aterra, te asusta y te hace sentir pequeño… Tanto que te elimina por completo.

Te sientes débil y desprotegido, porque eres la única persona que ve esa nube, tan grande y oscura, porque no te entienden y piensan que es tu culpa, porque vives con miedo constante a que esa nube vuelva a aparecer para hacerte desaparecer.

Piensas que estás loco y que has perdido la cabeza, ¿por qué la gente no reacciona como tú? ¿Por qué tú no reaccionas como los demás? ¿Por qué todo te supera tanto en ciertos momentos en los que por la nube ni siquiera puedes con tu vida? ¿Por qué a veces te pierdes a ti mismo?

Y de repente alguien o algo ven esa misma nube que ves tú, y la ve sobre tu cabeza, te confirma que no estás loco, que de verdad tienes una nube detrás de ti en muchas ocasiones. Una nube que no va a dejarte en paz, no va a dejarte tranquilo a no ser que seas tú quien decida poner sol en tu vida cada día. Aparezca o no, tendrás que esforzarte en hacer brillar los rayos del sol.

Y no sabes cómo, llevas toda tu vida con ella, y no sabes cuándo aparece ni por qué, ni tampoco sabes cómo hacer brillar el sol. No tienes ni idea, y te preguntas a tí mismo si eso es posible.

Pero quien menos te lo esperas te ayuda a luchar contra esa nube, cuando aparece no sabe por qué tiemblas, por qué no estás, por qué no son tus ojos los que miran… Pero esa persona te abraza fuerte y te dice que todo saldrá bien, que es solo un nubarrón y que se irá pronto, porque tú, mereces ser quien eres, mereces ser feliz.

Y no se trata de que esa nube no aparezca, sino de que cuando lo haga, sepas hacerle frente y no dejarte envolver en su lluvia, sus truenos y tormentas, que sepas hacer de tí un rayo de sol porque no necesitas que nada venga de fuera, tú lo llevas dentro.

Esa persona que te da el empujón, que aunque no sepa cómo ni por qué, te convence de que esa nube puedes aniquilarla, de que esa nube es mucho más débil que tú y tú… Te lo crees y luchas contra ella.

A veces te gana la batalla, pero otras las ganas tú y lo importante es que al final, acabarás ganando la guerra y es que más gente de la que piensas ha luchado contra esa nube y lucha día a día para evitarla, para eliminarla.

Así que sé fuerte, créetelo y rodéate de aquellas personas, que aunque no entiendan tu nube, sepan verla y siempre sepan abrazarte cuando tus ojos no son tuyos. Quédate con esas personas que no juzgan tus lágrimas ni tus temblores, sino con aquellas que no escuchen lo que dices ni tengan en cuenta lo que haces cuando tengas la nube encima y te ayuden a volver, que te ayuden a no desaparecer.

Quédate con esas personas, que te ayuden a luchar contra tu nube, pero sobretodo:

QUÉDATE CONTIGO

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